Los pobres del mundo no se benefician en nada de la globalización; sólo los “ricos”, es decir, las naciones industrializadas relativamente ricas, se benefician de ella.

Mientras producimos nuestros alimentos a bajo precio en todo el mundo (basta con mirar el país de origen en el lineal de las verduras o del supermercado) y podemos tirar alrededor de 80 kg de comida por persona cada año sin remordimientos de conciencia, millones de personas en África, por ejemplo, pasan hambre.

La globalización también es útil en la producción de productos electrónicos, vehículos, medicinas, todo aquello que no se utiliza ni es necesario en el Amazonas, por ejemplo.